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Caminaban de la mano. Ella sonreía, saltaba, iba dando tirones de su brazo. El iba un poco más serio, quizá dándole mil vueltas a los malos vecinos de la azotea. Inmerso en sus preocupaciones no se dio cuenta de la pompa de magia que se estaba creando alrededor. Tropezó y cayó de rodillas al suelo. Ella corrió hacia él. Le besó la frente y le dijo que se levantase, que le iba a hacer 'sana, sana, culito de rana'. La pequeña abrazó a su padre lo más fuerte que pudo. La orden de desahucio de la azotea del padre fue inmediata. Y la expansión de la pompa de su hija también lo fue. A veces las cosas están ahí, no las vemos... Pues simplemente hay que romper los cristales que nos tapan, derribar inservibles muros y murallas... Y ver esas pequeñas cosas que algún día nos harán recordar que realmente hemos sido felices.
A mi reloj ya no le suenan las tripas. No le palpita el corazón, y no es por falta de pilas. No hay que forzar los engranajes o se acabarán rompiendo. Ya sólo puedo ver la hora en la que se paró, y maldita sea...
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Caminante no hay camino, se hace el camino al andar...

Puntos suspendidos en la cuerda

Y no me rindo. Porque te atreves a venir de un mundo de locos a rescatarme del de los cuerdos, y he encontrado mi sitio... Me gusta ese mundo que inventas, ese que tan sólo se ve en tus ojos. Y ese lunar, le puso punto y final a la historia. Ah, ¡No! Lo que no sabía es que le seguían otros dos... En ese mismo momento se dio cuenta de que no habia ni un punto y final en ese libro, ¡Ni uno!. Siempre punto y seguido* o puntos suspensivos ... Suspendidos cual funambulista, malabarista de noches. * O punto y seguimos ...
Soñar con algo más hermoso que esto puede ser una locura. Y el colmo de la locura es que día a día lo superes, y lo sigas superando... Sin un ápice de esfuerzo. Es así porque tiene que ser así.
La Nochebuena es para pasarla con los que más quieres ... Descubrir la magia de nuevo, sonreir porque sí y sentir que ese 'algo' revive.
Tuvo la oportunidad y no quiso desperdiciarla. Corrió hacia el coche y salió de la ciudad. Durante el camino esa canción le acompañaba. Subió a lo más alto y allí comenzó a recordar. - Aquí un día fui completamente feliz.  Vio una estrella fugaz. Surcó el cielo de arriba a abajo. Era como tres estrellas fugaces juntas . Decidió que justo ese era el momento perfecto para marcharse. Encontró abrigo en su sonrisa.
- ¡Atención señoras y señores! ¡Pasen y vean el único e iniguable Circo de las Sonrisas! En tiempos de crisis, buena cara y sonrisas radiantes que alimenten el alma y la sociedad... Su voz se podía oir casi de lejos entre toda la marabunta de gente. Todo el mundo quedaba invitado. Tenía pase vip la gente que sufría de tristeza, de llantos constantes, de apatía, de malos humos, de indiferencia... Todos ellos debían irse con una sonrisa y recordar qué es eso a lo que llaman felicidad y sentirse bien. Me acerqué por curiosidad para ver qué era lo que pasaba allí. En la puerta, había un cartel que rezaba SONRÍE ANTE TODO . Me pareció bonito, y le dediqué una media sonrisa, hoy no estaba en mi mejor día. Por eso, me dejé llevar entre los pasos casi sincronizados de la muchedumbre.  Al entrar, todo era de colores intensos. Brillaban tanto que la sonrisa brotaba sola. Y más tarde descubriría que esas sonrisas echarían raíces, quedándose ahí para siempre. Allí estaban los mejores payas
Todo es muy difícil antes de ser sencillo. Thomas Fuller Y aunque sean difíciles, hay cosas que escapan al entendimiento de cualquiera. Sobre todo al del corazón. Si las ausencias, ausencias son.
Mañana no habrá velas encima de la tarta, no escucharé tu risa por teléfono, no me dirás que estás cansado en el sofá viendo la televisión ni que el instituto te va muy bien aunque te haya caído alguna. Tampoco nos diremos que nos queremos, que nos echamos de menos, ni siquiera nos desearemos Feliz Navidad. Tampoco te preguntaré qué te van a traer los Reyes, y tú, este año no me contestarás que ya eres mayor para esas cosas. Tu presencia sería el mejor regalo. Sigue brillando pequeña estrella.
Conducía por una carretera a las afueras de la ciudad, sonaba su canción favorita, de vuelta a casa. De repente algo llamó su atención. Yacía en el suelo pidiéndo auxilio. Puso las luces de emergencia y bajó de su coche lo más rápido que pudo a socorrerla. Se encontraba tirada en el suelo, temblaba, su mirada estaba perdida y sus manos apretaban su pecho, justo encima del corazón. Ella notó su presencia y le miró de tal manera que no hizo falta mediar palabra. El conductor sacó su teléfono móvil y llamó al 112. Un pinchazo más y ella entró en pánico. Le cogió la mano, mientras él intentaba dar todas las indicaciones posibles para que los servicios de emergencia llegasen lo más rápido posible. Un apretón le fue suficiente para darse cuenta de que ella quería decirle algo. Y con una voz dominada por el pánico de la situación, le dijo que le buscase, que por favor preguntara por él y le dijera que le quería más que a nada en este mundo . Cayó rendida ante sus pies. Él palideció más que el
Semidesnuda, pintó su cara del color de la libertad. Anduvo por lugares recónditos, donde la hierba acariciaba las plantas de sus pies. No le importó su aspecto, tampoco las miradas vecinas. Echó a correr con los brazos extendidos y los ojos cerrados, mientras el viento silbaba la melodía que le dio pie a componer. Si no lo intentaba lo daría siempre por perdido. Ella quería más. Sino se lanzaba a tal torbellino nunca sabría donde están sus límites. Y mientras, las mariposas volaban confusas a su alrededor.
Queridos Reyes Magos: Su carta comenzó y acabó ahí. Sólo quería escribirlo para parecerse a los demás. Mientras, una frase que había escuchado esa misma tarde retumbaba en su cabeza: No. Este año para mí la Navidad no existe. Para ella hacía años que no existía. Alguien se la llevó en su maleta. Y ese alguien, se olvidó de recoger las trizas. Dos sorbos más y la noche se dejó caer cual hoja en otoño. Sin prisa pero sin pausa.
No hay comparación... Es un tacto diferente. Es mejor que eso. Es algo que no sé si hago bien, no hay ni libros ni tutoriales que enseñen cómo hacerlo. Es una cuestión práctica, de dejarse llevar hasta límites insospechados, de mimetirzarse con ella, averguar qué he hecho para que un escalofrío ponga tu piel de gallina, de notar la suavidad y envidiarla,  sentir si hace frío o calor, garabatear en ella, escribir el mejor libro jamás leído, repasar cada lunar, cada cicatriz, cada pliegue... Perderme en un mundo desconocido cada día. Hay sensaciones que llegan de repente y son inevitables, pero una vez que llegan se pierden en el mundo de lo inexplicable. Y si eres capaz de soñarlo estás loco. No tiene ni principio ni final. Como tu piel.
- Aunque hoy las musas prefieran dejarme descansar, dormitaré pensando en la mejor noche de mi vida , dijo para sí entre bostezos. Esta noche no se dormiría contando ovejas, se imaginará en lo más alto y contará estrellas fugaces. Y cuando casi había conciliado el sueño, susurró: - Déjame perderme en tu mente...
El mago se chasqueba los dedos antes de salir a escena. El teatro estaba completo. Habían prorrogado su show por unos meses más. Gente de todos los rincones del país habían viajado para verle. Y ahí estaba... Su última actuación y su inquietud no hacía más que lanzarle tras el telón aterciopelado, de color granate, como sus mejillas en ese momento. Le hicieron la seña. Debía salir. Se ruega silencio en la sala. Todo el mundo aplaude y, al abrirse el telón, los aplausos se calman poco a poco. Mil miradas expectantes, todas hacía él. Sólo gestos, no había palabras. En su mirada se notaba que algo no iba bien. Aún así, prosiguió. Colocó su bombín negro sobre el tapete verde. Las palabras mágicas retumbaron de manera dulce hasta las últimas filas. Un toque en la visera del bombín... Y no pasó nada. Sorprendido, lo volvió a intentar. Cuando quiso darse cuenta, casi todos los asistentes se habían levantado y se marchaban, entre murmullos y gestos de desaprobación. Una niña, sentada en la
Cada mañana, cuando despertaba, no pensaba en sus quehaceres. Era casi una rutina, pero no tan arraigada, ni siquiera se hacía pesada. Se vestía, y no lo hacía con sus mejores galas porque no las tenía, pero eso era lo de menos. Probaba suerte en el frigoríco, quizás esta mañana sí que habría algo que llevarse a la boca. Y si no, su alimento era otro. Y no era material. Salía junto al frescor de la mañana, siempre apurado, con el tiempo rozándole los talones. Quería estar allí el primero. Nada más llegar tomaba asiento. Allí pasaba su día sentado en el frío suelo de una ciudad que también lo estaba. Congelada pero viva. Y sin hablar, sin ayudarse de carteles repletos de faltas de ortografía, sin extender sus manos agrietadas por el tiempo y curtidas por los d años, miraba al frente. Y su mirada se mantenía allí, fija, sostenida por los pasos de la gente, los gritos, las risas de los niños, el ruido de los coches... Y de repente... Aparecía ella. Salía de su portal como cada mañana
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El silencio y los rayos del sol tenían más presencia en la habitación que ella misma. Sentada en el suelo mientras intentaba aguantabar los temblores de su cuerpo, sujetaba entre sus manos una cuerda anudada. El caos no era comparable a aquello. Parecía mirar al vacío. Pero no, sus ojos sabían bien donde querían mirar. Y no salió de su cabeza ni siquiera un segundo. Mientras, todas las soluciones parecían jugar al escondite.
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Y la humedad, esa que te cala dentro.  La humedad, efímera por un momento quizás.  Furtiva en la gran ciudad, viendo lo increíble pasar se despide de nosotros...  Pero aparecerá... Siempre aparece entre nosotros la humedad... No les hacía falta bolígrafo, lápices ni un soporte sobre el que trabajar. La piel era el mejor lienzo o cuartilla. El artista dibujaba figuras con escalofríos que erizaban cada poro de su piel. Entre ocaso y amanecer la sorprendió a ciegas con letras fugaces, pero lo que él no sabía es que se quedarían ahí grabadas para siempre. Cerró su libro, feliz, sin dejar que nada arrugase ni una sola hoja. Se quedó pensativa por un momento y pensó: No, en este libro, no. Por si acaso alguien le escuchaba lo repitió en voz alta, segura de sí misma y sin que le temblara la voz.
Siempre he soñado abandonarme junto al mar. Tener una casa, pequeña, en una cala perdida para que no me busquen e impregnarme de las olas viviendo en paradero desconocido. Hacer sonar las cuerdas sin vecinos a los que molestar, encender un cigarro sin que nadie tosa por el humo, trastear con pinceles y lápices sin importar el orden, inmortalizar esos momentos con singulares disparos, salir al balcón y gritarle a la Luna. Hablar con la noche, y quizás, dormir mientras el Sol calienta mi piel. Y al despertar, que no importen las ropas que cubran mi piel o los nudos de mi pelo. Tal vez tenga aspecto dejado o sea mejor dejar el cuerpo al desnudo sin miedo ni vergüenza. Alterar esos ciclos que nos acostumbran, vivir por y para el momento. Aquí y ahora. Sentarme a la orilla del mar, qué más da si la resaca moja mis piernas o la arena se pega a mi piel. Aprovechar el clima y regenerar la piel. Acompañarme de una guitarra mientras disfruto de un paisaje único para mí, y posiblemente, muy

Elevado al infinito

A veces es difícil darse a conocer. Pero de repente llega un día en que abrimos esa parte de nosotros que nadie conoce. Y eso produce cierto nerviosismo, miedo, vuelcos al corazón, sonrisas que perduran en la memoria, imágenes grabadas a fuego que sólo el mejor pintor puede plasmar y hacerlas duraderas, ganas de más, el tiempo se vuelve efímero y la felicidad se convierte en el mejor amanecer. Las personas tendemos a crearnos una coraza inaccesible para aislarnos de todo daño. Y a veces, sólo a veces y en ocasiones únicas, dejamos que invadan nuestra pompa. Creo que esa es la mayor manifestación de confianza, de desnudarnos ante alguien e invitarle a que se quede, sin miedos ni rubores, y que sea testigo de esa vorágine que nos atrapa, de ese torbellino que habita en nuestro interior. Algo bello y loco a la vez, sencillo pero enrevesado, luminoso y a la vez oscuro... Imposible de comprender del todo aunque, con sólo una mirada, fue capaz de cerrar todo interrogante. Y llegó la calma:
Siempre resonarán las guitarras a altas horas de la noche. Los efectos secundarios de las musas llevan al insomnio, a ver la noche de otra manera, escucharla, acompañar su silencio con notas que hacen vibrar las cuerdas a manos desnudas. Y si vibran, el corazón también lo hace.
Humedad . ( Del lat. humidĭtas, -ātis , con haplología). 1. f. Cualidad de húmedo. 2. f. Agua de que está impregnado un cuerpo o que, vaporizada, se mezcla con el aire. Mirando a la ventana me dijo que la explicación científica son dos personas que se dan calor mientras fuera hace mucho frío . Hubo otra explicación paralela que no hizo falta escuchar. Y desde entonces, se dedican a hablarse con los ojos cada vez que la humedad está presente. 
- Oye, ¿Y tus letras? ¿Ya no salen a pasear?  - Creo que estoy incubando algo.

Hay que ser valiente para soñar

Esta noche, le cedo la palabra a Jorge Luis Borges: Cada persona que pasa por nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. Habrá de los que se llevarán mucho, pero no habrá de los que no nos dejarán nada. Esta es la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad. Y si nos encontramos, nos encontramos por algo.
A ella siempre le han gustado los relojes antiguos. Y sino eran antiguos, al menos que tuvieran ese aspecto. Un día tuvo uno y, sin razón aparente, no funcionaba bien. En el silencio de la noche tumbada en su cama, casi dormitando ya, pudo discernir todo el movimiento de sus engranajes. Y de repente, cesaron. Sus ojos extrañados no tardaron mucho en cambiar su expresión al descubrir que volvían a funcionar. Y así era. Se paraba, funcionaba, se paraba... Le cambió las pilas tantas veces como escuchó dejar de latir el corazón de su reloj. Una noche, de esas mágicas, le dio por pensar. Y pensó que ese reloj no funcionaba con pilas, ni con cuerda... Nada por el estilo. Se ponía en marcha cada vez que él se ponía a pensar en ella. Y maldita la hora en la que se paraba el reloj...
Madrid. 15:00 horas. Estaba en su habitación, recostado en la cama mirando al vacío. De fondo se escuchaba la música, viejas glorias , como él lo llamaba. No sabía cuántas veces se había repetido esa canción. De repente se fue la luz y se quedó el silencio junto a él. Se notaba que abrazaba ese ambiente que él había creado en su cabeza. Y sin darse apenas cuenta, comenzó a susurrar: Show must go on

¿Causalidad o casualidad?

No nos ampara ley alguna. Quizás el universo se alegra de esas pequeñas cosas que nos unen. Quizás las casualidades que nos dejan un tanto boquiabiertos sean una forma de agradecimiento... Y sea una locura buscar el porqué . Quizás andemos por la delgada línea de una espiral que nos lanza a todas esas cosas que nos han ocurrido, y todas aquellas que están por ocurrir. Una espiral que no parará de girar. Una espiral infinita. Encontró algo increíble. Estaba sucediendo ante sus ojos. El libro se escribía solo. Por un momento enmudeció y, una vez recuperó el aliento, decidió acomodarse frente al fuego y disfrutar de tal fenómeno.  Los autores aún se encuentran en paradero desconocido. Lo prefirieron así. Aunque su obra recorriera el mundo entero, ellos serían felices pasando desapercibidos en el rincón más húmedo del lugar. Todas las noches, cuando la tinta cesaba, se podían distinguir unos trazos que decían: Colorín colorado, este cuento aún no ha acabado.  El hombre cerr

Insomnio

Dejó pasar su sueño sin darse cuenta, a base de meteduras de pata. Tenían un pie en el 'Podría haber sido ' y otro en el ' Será, y será precioso '. La pena es que, en ese momento, pesó más el ' Podría haber sido '... Y allí se quedó, paralizada, mirando al vacío. Eran sus sueños los que no la dejaban dormir.  Cruzó los dedos y deseó desde lo más hondo de su corazón que se hiciera realidad. Y no paraba de repetir: Contigo me iría al fin del mundo...
- Está allí... El viento le mueve el pelo de manera especial. Mientras cierra los ojos y, en un largo parpadeo, es capaz de distinguir su olor. Una media sonrisa le delata. El viento cesa, y vuelve con fuerza. En ese mismo instante abre los ojos, muy pálida. ¿Qué demonios le habrá susurrado? - Vámonos. Se hace tarde.

Desde el precipicio

Ella la llevó allí con el fin de pasar desapercibidas entre los tumultos de malas lenguas. Estaban a solas y se querían. Su amor debía estar a unos cuantos metros del sueño para que fuese más mágico en verdad... y que solo fuera suyo, de nadie más. Nada más llegar, le quitó la venda de los ojos y con sólo una mirada le invitó a a disfrutar del paisaje, único para ambas. Cuando cayó la venda en sus manos, sus ojos se abrieron como si nunca lo hubieran hecho. Y ciega, de amor, le dijo: - "Podría hablarte del amor, pero prefiero que lo sientas" - Fíjate bien. Nosotras estamos aquí, muy alto... Y a nadie se le ocurriría ahora mismo mirar hacia arriba. Nadie ahí abajo conoce nuestra verdad.  Se miraron, había algo muy dulce que sujetaba sus miradas y no sabría decir qué. Se bes[...] Se despertó.

Diario de una funambulista

Lo impredecible le da mil vueltas a todo lo que está por llegar. Se reafirma en cada paso, sin perder el equilibrio, ni siquiera por los fuertes latidos del corazón. No ve el final, pero eso tampoco importa. Una sonrisa cómplice le aguarda en mitad de la cuerda. No estaban perdidos, ahora, caminan juntos.

Él la miró como si nada, ella le miró como si todo

No pudo comparar el dolor de un hueso roto con el dolor de su propio corazón. El corazón se dedicaba a esparcir por todo el cuerpo los añicos de un amor fugaz, bombeando en cada latido los recuerdos que se clavaban como astillas. - ...Quiéreme como yo te quiero. ¿Dónde te habías metido todo este tiempo?  El dolor le recorría todo el cuerpo, enraizando en la cabeza: ¿Por qué así?. Los dos se lanzaron a la cuerda. Lo que no sabían era que la cuerda estaba un poco floja. Ella cayó al vacío, él consiguió mantener el equilibrio, sereno. Ella dio el paso en falso, aunque nadie aún escuchó el golpe contra el suelo. Él, mientras tanto, la miraba a la par que señalaba. Ni siquiera pudo discernirse un último titubeo que salió de sus labios. Algunos piensan que la funambulista murió de amor en el acto.

La chica del balcón de primavera

Barrio Lavapiés. Madrid. Son las 08.00 de la mañana. El despertador ha sonado ya tres veces así que decido salir de un salto de la cama. Subo la persiana y los rayos de sol calientan muy fuerte. Pienso que hoy será un gran día. Abro la ventana y el frescor matutino se cuela en mi habitación. Primero juega entre mis pies, poniéndome la piel de gallina, y después se hace un nudo con mis sábanas, como si su turno de noche hubiera acabado en ese momento y le tocase descansar. Me encanta salir al balcón a regar mis plantas, además de mirarlas y hablarles durante un buen rato. Dicen las abuelas que así crecen más bonitas. Sé que puede ser mentira pero prefiero tacharme de ingenua. En pleno discurso mañanero, una voz comienza a retumbar por todo el barrio. Escucho gritos, pero no se entiende bien lo que dice esa voz. Se fue acercando a mi calle y entonces pude verle. Es el hombre que siempre se sienta a pedir junto a la administración de loteria de la Plaza del Sol. Va de camino al '
Se dedicaba a encerrar su olor en pequeños tarros de cristal. Ni siquiera abandonó cuando las mariposas emigraban del estómago a la cabeza.
No encontraba espejos y se dedicaba a reflejarse en los ojos de la gente. Un día, se encontró con él. Se miró. Volvió a mirar, quizás algo sorprendida. Y miró hacia dentro. Y cada vez que encontraba la oportunidad, se sumergía en ellos. Y quién le iba a decir, que aún encontrándose rodeada de tierra por todos los lados, vería reflejado el mar sus ojos. La locura se volvió cordura.

Y tenía la cabeza llena de mujeres

- Todas las musas son una mujer - dijo ella - y no están personificadas, son una ilusión y están aquí - dijo señalando concienzudamente su cabeza a ritmo de 4/4 con el índice.
No dormía porque la tierra temblaba a sus pies. Soñaba despierto y se soñó héroe. Y lo fue, efímero pero muy intenso.
-          - Un café solo, bueno más bien a solas, por favor.  La mesa parece haberse quedado helada. Una ausencia, con ganas de jugar, la recorre de punta a punta y por traviesa termina por caer al zapato derecho de la camarera, con un salto casi perfecto. Se dirige hacia la puerta y no tengo más remedio que ir en su busca. Parece que su perfume me tiene totalmente presa. Pero me pierdo, y la pierdo a ella. No sé bien si eso es bueno o malo, pero me afirmo sin dudarlo y sigo con la tarea, ardua, pero a la vez intrigante.  Los pasos solitarios ya no caben en mi libreta; los gritos terminan por romper las hojas. Los pájaros ahora parecen estar encadenados y no sé bien a qué. Casi no dicen ni adiós, y se me quiebra la voz. Y no podía avivar la llama, parpadeante, que parecía saborear esos escasos segundos de vida porque se me quebraba la voz.  No sé qué hacía yo buscándola, si las ausencias… Ausencias son. Y se fueron, sin decir adiós.

La luna colecciona finales de sueños

Antes de lanzarnos de cabeza a la noche estábamos sentados en el tejado, si recuerdas, mirando las estrellas. La luna, de grande y llena que estaba, parecía que nos abrazaba.  - Parece que guardan secretos. Parece incluso, que se los andan contado a escondidas, les da igual que la ciudad duerma o esté espabilada; que les miremos o que les ignoremos: vamos a seguirles, ¡Yo no sé si viene o va el secreto! Esa mirada suya, clavada en mis ojos, fue la mirada más rara pero más placentera que he recibido en mi vida. En sus ojos cristalinos se reflejaba mi locura pero aquella sonrisa me gritaba: - No sé por qué pero vayas donde vayas, te sigo.   ¡A mí me tenían en vilo! Y mientras ellas seguían cuchicheando. Los matutinos rayos de sol nos descubrieron saltando por los cables de la luz que rodeaban todo el barrio y viajaban a través de la ciudad. No conseguimos ni una pista, ni una palabra de los postes del alumbrado. Y lo que bien empieza... Pronto debe acabar. A veces es mejor
Madrid. Calle de Echegaray. Corrían. Corrían tan felices y libres que parecía que sus almas eran posesión del viento, o quizás que les perseguía el mismísimo diablo. Se abrían paso entre el tumulto de gente de forma precipitada. Corrían mucho, pero no parecían perseguir nada ni tener un destino. Corrían por correr. O quizás era eso, se sentían verdaderamente libres. La chica vestía una falda negra con topos rojos que al saltar dejaba al descubierto unas piernas preciosas, aún dejando a la imaginación trabajo por hacer. Ambos dieron a la vez un salto en el que pareció que tiempo, espacio y gravedad estaban de su lado. Por un momento todo pareció congelarse. Él vestía una camisa blanca, un tanto desabotonada, que junto a su sombrero negro hacían el aire del barrio un poco más bohemio todavía. A su paso, no podían esquivar a todos los transeúntes de la Calle de Echegaray. Algunos sonreían, los ancianos se paraban a maldecir a la juventud, que va como loca; otros se sentían enfadado

Como el ciego que no quiere ver...

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Decisiones. Las decisiones siempre me han parecido cosas de mayores. Pero el tiempo pasa, y un día te miras al espejo y ves a otra persona. El viaje es largo pero la esencia está ahí, no es algo que pueda ignorarse. Renovarse o morir. No puedo despertarme por las mañanas pensando que ya no existes como el que eras, esa decisión no es mía. Toda tuya. Me renuevo, vivo, sonrío buscando esas pequeñas cosas... Pero los sentimientos no se pueden enterrar así como así. Mi corazón late fuerte y muy rojo aunque la ausencia sea tu último estallido y obra final. Se cerró el telón pero la historia sigue viva en los espectadores, que aplauden con ojos llenos de alegría esperando cualquier movimiento, cualquier seña para no abandonar su asiento y volver a la peligrosa rutina. Y sin embargo, esa pequeña niña azul sigue viva. He ahí la magia. Abandoné mi asiento, y aunque muera más veces de las que me renueve... Mantengo la historia viva. Siempre, siempre... En el corazón. No por creer abandonar esos

Hasta mi cámara te echa de menos

Las crisis son inevitables. Los tiempos para pensar son eternos. Las prisas nunca fueron buenas compañeras. Las decisiones no siempre son correctas. Cuando aparecen las nubes, el pesimismo está a la orden del día. No siempre los planes salen bien. Las decisiones precipitadas agobian demasiado... Y cuando te das cuenta de todo esto, la esperanza y la alegría comparten tumba. Odio tener la sensación de llegar tarde a todos los sitios.

Quizás, un bonito renacer

Hoy el mejor sitio es mío, pero no encuentro razones para escribir algo grato, con sentido o simplemente con sentimiento. Quizás ya sé porqué aquella chica miraba por la ventana. No sé si éstos serán mis últimos días en la gran ciudad y quiero exprimirle todo el jugo posible. Es muy difícil intentar vivir en un lugar mientras mi mente y mi corazón intentan vivir en otro. Aquí la vida se consume, y hay quien llora o se agobia hasta llegar ese momento y hay quien aprovecha la cuenta atrás. Quién sabe dónde estaremos mañana, aunque yo sepa muy bien donde quiero estar. La tarde sabe a té de mango, y hasta se puede oler el humo de los cigarros y de los recuerdos. El tiempo aquí pasa despacio, aunque tenga la estúpida sensación de que cruzaré esa puerta y todo empezará a girar de nuevo... Sólo que más rápido, el acelerador se dispara y el vértigo es inevitable. Ahora empiezo a escribir otra vez. Y yo te echaba en cara que habías mermado esta capacidad mía. Qué idiota. Siempre ha estado ahí,
Un sitio bohemio. Se respira magia. Un señor calvo en la mesa de enfrente se dedica a tararear la canción que nos rodea mientras hace algunos apuntes y pequeñas pausas para dar un par de tragos a su cerveza sin alcohol. En el sofá de al lado, unos amigos hablan. Es el segundo té de ambos, debe ser que hace mucho tiempo que no se ven. A mi izquierda dos chicas hablan y al fondo... una pareja enamorada. ¿Por qué lo sé? Porque ella está con los codos apoyados en la mesa y sus manos sujetan delicadamente su cara. Incluso si me apuras, también sujetan su mirada dulce y brillante. Otra pareja entra por la puerta, no hay sitio, se dirigen a la barra. Doy el penúltimo trago de café. Está frío y me acuerdo de esa amiga a la que le dan escalofríos cuando el café se cansa de esperar caliente. Y ella... Ella está en la mesa de la ventana. La mejor mesa. Mira por el cristal, aunque no puedo cerciorarme de que esté mirando a la calle. Quizás mira más allá. Incluso llego a pensar que no mira hacia af

Deja la ventana abierta esta noche...

Deja que me cuele en alguno de tus sueños; Deja que te bese en la nuca mientras duermes; Deja que note como tu piel se pone de gallina; Deja que vea como te haces el dormido; Déjame, después de esto, ver tu sonrisa; Deja que te acaricie y que dibuje con mis dedos por tu espalda; Déjame soñar despierta. Y si no es mucho pedir... Deja la ventana abierta esta noche.