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Mostrando entradas de diciembre, 2009

La voz de tu nombre

- ¿Cómo decías que te llamabas? - En ningún momento dije mi nombre, por precaución - ¿De qué te escondes? - Del daño, quizás. - ¿Sin decir tu nombre? - Por supuesto. - No puedo entenderlo. - Dirás que no quieres. - No, es que no lo entiendo. - Las experiencias palpitan, tienen pulso por sí solas. Recuerda alguna vez en la que te hayas hecho daño. Recuerda el dolor, el pálpito en ese lugar. Pues las experiencias son parecidas, si no son iguales. El daño también tiene su propio pulso, y acelera y decelera sin que le llegues a importar. Porque no lo controlas. Puede dominarte, porqué no… - … - ¿Has leído Amarse con los ojos abiertos ? - Sí. - ¿Recuerdas el principio? Habla sobre los elefantes. Elefantes que están encadenados desde pequeños, y que, a esa edad luchan por soltarse. Pero dejan de hacerlo cuando son adultos. ¿Por qué? Porque lo aceptan, porque como la experiencia les dice que no han podido soltarse de pequeños, reniegan a intentarlo, lo asumen. Yo estoy encadenado a mi nombre,