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Mostrando entradas de noviembre, 2012

Hay que ser valiente para soñar

Esta noche, le cedo la palabra a Jorge Luis Borges: Cada persona que pasa por nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. Habrá de los que se llevarán mucho, pero no habrá de los que no nos dejarán nada. Esta es la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad. Y si nos encontramos, nos encontramos por algo.
A ella siempre le han gustado los relojes antiguos. Y sino eran antiguos, al menos que tuvieran ese aspecto. Un día tuvo uno y, sin razón aparente, no funcionaba bien. En el silencio de la noche tumbada en su cama, casi dormitando ya, pudo discernir todo el movimiento de sus engranajes. Y de repente, cesaron. Sus ojos extrañados no tardaron mucho en cambiar su expresión al descubrir que volvían a funcionar. Y así era. Se paraba, funcionaba, se paraba... Le cambió las pilas tantas veces como escuchó dejar de latir el corazón de su reloj. Una noche, de esas mágicas, le dio por pensar. Y pensó que ese reloj no funcionaba con pilas, ni con cuerda... Nada por el estilo. Se ponía en marcha cada vez que él se ponía a pensar en ella. Y maldita la hora en la que se paraba el reloj...
Madrid. 15:00 horas. Estaba en su habitación, recostado en la cama mirando al vacío. De fondo se escuchaba la música, viejas glorias , como él lo llamaba. No sabía cuántas veces se había repetido esa canción. De repente se fue la luz y se quedó el silencio junto a él. Se notaba que abrazaba ese ambiente que él había creado en su cabeza. Y sin darse apenas cuenta, comenzó a susurrar: Show must go on

¿Causalidad o casualidad?

No nos ampara ley alguna. Quizás el universo se alegra de esas pequeñas cosas que nos unen. Quizás las casualidades que nos dejan un tanto boquiabiertos sean una forma de agradecimiento... Y sea una locura buscar el porqué . Quizás andemos por la delgada línea de una espiral que nos lanza a todas esas cosas que nos han ocurrido, y todas aquellas que están por ocurrir. Una espiral que no parará de girar. Una espiral infinita. Encontró algo increíble. Estaba sucediendo ante sus ojos. El libro se escribía solo. Por un momento enmudeció y, una vez recuperó el aliento, decidió acomodarse frente al fuego y disfrutar de tal fenómeno.  Los autores aún se encuentran en paradero desconocido. Lo prefirieron así. Aunque su obra recorriera el mundo entero, ellos serían felices pasando desapercibidos en el rincón más húmedo del lugar. Todas las noches, cuando la tinta cesaba, se podían distinguir unos trazos que decían: Colorín colorado, este cuento aún no ha acabado.  El hombre cerr

Insomnio

Dejó pasar su sueño sin darse cuenta, a base de meteduras de pata. Tenían un pie en el 'Podría haber sido ' y otro en el ' Será, y será precioso '. La pena es que, en ese momento, pesó más el ' Podría haber sido '... Y allí se quedó, paralizada, mirando al vacío. Eran sus sueños los que no la dejaban dormir.  Cruzó los dedos y deseó desde lo más hondo de su corazón que se hiciera realidad. Y no paraba de repetir: Contigo me iría al fin del mundo...
- Está allí... El viento le mueve el pelo de manera especial. Mientras cierra los ojos y, en un largo parpadeo, es capaz de distinguir su olor. Una media sonrisa le delata. El viento cesa, y vuelve con fuerza. En ese mismo instante abre los ojos, muy pálida. ¿Qué demonios le habrá susurrado? - Vámonos. Se hace tarde.

Desde el precipicio

Ella la llevó allí con el fin de pasar desapercibidas entre los tumultos de malas lenguas. Estaban a solas y se querían. Su amor debía estar a unos cuantos metros del sueño para que fuese más mágico en verdad... y que solo fuera suyo, de nadie más. Nada más llegar, le quitó la venda de los ojos y con sólo una mirada le invitó a a disfrutar del paisaje, único para ambas. Cuando cayó la venda en sus manos, sus ojos se abrieron como si nunca lo hubieran hecho. Y ciega, de amor, le dijo: - "Podría hablarte del amor, pero prefiero que lo sientas" - Fíjate bien. Nosotras estamos aquí, muy alto... Y a nadie se le ocurriría ahora mismo mirar hacia arriba. Nadie ahí abajo conoce nuestra verdad.  Se miraron, había algo muy dulce que sujetaba sus miradas y no sabría decir qué. Se bes[...] Se despertó.

Diario de una funambulista

Lo impredecible le da mil vueltas a todo lo que está por llegar. Se reafirma en cada paso, sin perder el equilibrio, ni siquiera por los fuertes latidos del corazón. No ve el final, pero eso tampoco importa. Una sonrisa cómplice le aguarda en mitad de la cuerda. No estaban perdidos, ahora, caminan juntos.

Él la miró como si nada, ella le miró como si todo

No pudo comparar el dolor de un hueso roto con el dolor de su propio corazón. El corazón se dedicaba a esparcir por todo el cuerpo los añicos de un amor fugaz, bombeando en cada latido los recuerdos que se clavaban como astillas. - ...Quiéreme como yo te quiero. ¿Dónde te habías metido todo este tiempo?  El dolor le recorría todo el cuerpo, enraizando en la cabeza: ¿Por qué así?. Los dos se lanzaron a la cuerda. Lo que no sabían era que la cuerda estaba un poco floja. Ella cayó al vacío, él consiguió mantener el equilibrio, sereno. Ella dio el paso en falso, aunque nadie aún escuchó el golpe contra el suelo. Él, mientras tanto, la miraba a la par que señalaba. Ni siquiera pudo discernirse un último titubeo que salió de sus labios. Algunos piensan que la funambulista murió de amor en el acto.

La chica del balcón de primavera

Barrio Lavapiés. Madrid. Son las 08.00 de la mañana. El despertador ha sonado ya tres veces así que decido salir de un salto de la cama. Subo la persiana y los rayos de sol calientan muy fuerte. Pienso que hoy será un gran día. Abro la ventana y el frescor matutino se cuela en mi habitación. Primero juega entre mis pies, poniéndome la piel de gallina, y después se hace un nudo con mis sábanas, como si su turno de noche hubiera acabado en ese momento y le tocase descansar. Me encanta salir al balcón a regar mis plantas, además de mirarlas y hablarles durante un buen rato. Dicen las abuelas que así crecen más bonitas. Sé que puede ser mentira pero prefiero tacharme de ingenua. En pleno discurso mañanero, una voz comienza a retumbar por todo el barrio. Escucho gritos, pero no se entiende bien lo que dice esa voz. Se fue acercando a mi calle y entonces pude verle. Es el hombre que siempre se sienta a pedir junto a la administración de loteria de la Plaza del Sol. Va de camino al '
Se dedicaba a encerrar su olor en pequeños tarros de cristal. Ni siquiera abandonó cuando las mariposas emigraban del estómago a la cabeza.
No encontraba espejos y se dedicaba a reflejarse en los ojos de la gente. Un día, se encontró con él. Se miró. Volvió a mirar, quizás algo sorprendida. Y miró hacia dentro. Y cada vez que encontraba la oportunidad, se sumergía en ellos. Y quién le iba a decir, que aún encontrándose rodeada de tierra por todos los lados, vería reflejado el mar sus ojos. La locura se volvió cordura.