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Llega la vida y te lo dice. Espera. A veces eterna. Llega, pero se va. Te abandona, y vuelve. Ocasionalmente efímera. Intensa. Muy lenta. Quizás no llega nunca... O te atrapa de repente. ...y qué bueno que viniste.
Giros. Caídas. Las esquinas dobladas. Pensamientos repentinos. El no juicio. Las mejillas de color rojo. Contar lunares. Los ojos al sol. Los abrazos de la gente que no aprieta. La 3ª desafinada. La mirada del cuadro de la chica que nunca mira al frente.  ¿Saber o sentir? Las marcas del sol. La lluvia en primavera. De corazón, hacia abajo. Las constelaciones que forman tus pecas. Catarsis. El codazo de la felicidad. La sensación de desvelo. El bailar de la llama de la vela. La flor casi seca. Las preguntas de Google. El olor del suavizante de la ropa recién tendida. Los cambios de tercio. El olor de las personas. La cama sin hacer. Las formas del gotelé. Vaciar la cisterna. Huir del sofá. Acurrucar un libro antes de dormir... pero esta noche no.
A veces, una tiene que recorrer 1240 km para darse cuenta de que no todo es lo que parece.  Que nada tiene por qué salir como planeamos.  Que el caos también hay que abrazarlo.  Que no soporto ir más de 5 horas seguidas en un tren sin varios libros. Ni el baño.  Que es difícil hacer acogedor un lugar temporal.  Que cuando algo me da mucho asco muevo mucho las manos.  Y últimamente rara vez me pongo la ropa interior bien.  Me encanta que dibujen una cara sonriente al lado de mi nombre en el vaso de café de Starbucks.  Y que de todo el lugar, mi vaso sea el único que la tiene.  Me encanta ver la cara de la gente que se acuerda de algo y sonríe como tonta.  Me hacen sonreír a mi también.  Me gusta colgarme la cámara analógica y recorrer calles estrechas.  Adaptarme a cualquier imprevisto.  La tradición de Sant Jordi. La idea de disfrutarla alguna vez con alguien. La moda de la ciudad.  Me encanta el panot de flor.  Que los guiris piensen que soy e

Tenemos que hacer algo.

Y ese algo contenía entero el universo. Lleno de todas las posibilidades. Las maravillosas. Las eternas. Las buenas. Las aceptables. Las regulares. Las malas. Las mediocres. Las absurdas. Las peores... El todo. La nada. Y nosotros, en el corazón de todo ese desastre. Quizás no te diste cuenta que empezabas con ventaja. También lo estabas en el mío ya.
Me empeñé en abrazar demonios que no ardían por mí. Se distancian. Me observan. El hielo también quema.
"Tú no abrazas, tú taladras el alma" Diego Ojeda No fui consciente de la gravedad del asunto hasta que descubrí que tú no me revolucionas las mariposas del estómago, tú las calmas. Tú me abres los ojos para ver lo bueno y lo malo, porque hay que aceptar el todo con su polaridad. Tú no haces que quiera huir, porque lo que quiero es quedarme para ver qué pasa. ...Y a ver si pasas.

Vértigo

Últimamente tengo la extraña sensación de despertarme sin una parte de mí. Tengo miedo y no sé a qué. Me siento vacía y rebosante a la vez. Lo tengo todo y nada. Me falta mucho y poco. A veces el silencio es capaz de arrasar con todas las palabras. Las que no nos dijimos.  Quizás no nos hemos dicho todavía. No ha llegado el momento. O igual, no nos diremos nunca. Y tarde o temprano, queramos o no, nos enredaremos juntos en esta vorágine. Mía y tuya. Y al despojarnos, puede que tengamos que hacer leña de dos corazones caídos. Será necesario arreglar esta ruina. Recomponerse o renacer. Y entonces los arrasados seremos nosotros. Y lo bueno de hacerse añicos de la emoción, es que es necesario. Es necesario que la vida se nos caiga al suelo de esta manera, duela o no, porque así sabremos qué trozos recoger y cuáles debemos dejar abandonados para siempre.