La luna colecciona finales de sueños

Antes de lanzarnos de cabeza a la noche estábamos sentados en el tejado, si recuerdas, mirando las estrellas. La luna, de grande y llena que estaba, parecía que nos abrazaba. 

- Parece que guardan secretos. Parece incluso, que se los andan contado a escondidas, les da igual que la ciudad duerma o esté espabilada; que les miremos o que les ignoremos: vamos a seguirles, ¡Yo no sé si viene o va el secreto!

Esa mirada suya, clavada en mis ojos, fue la mirada más rara pero más placentera que he recibido en mi vida. En sus ojos cristalinos se reflejaba mi locura pero aquella sonrisa me gritaba:

- No sé por qué pero vayas donde vayas, te sigo.  

¡A mí me tenían en vilo! Y mientras ellas seguían cuchicheando. Los matutinos rayos de sol nos descubrieron saltando por los cables de la luz que rodeaban todo el barrio y viajaban a través de la ciudad. No conseguimos ni una pista, ni una palabra de los postes del alumbrado.


Y lo que bien empieza... Pronto debe acabar. A veces es mejor no ver el final para no desengañarnos. ¡Que los sueños, sueños son! Quizás tuve la suerte de que la luna me robó el final de mi sueño.

No sé si fue real, no sé si estaba allí contigo, tirada en el tejado viendo un cielo repleto de estrellas. No sé si corrimos en busca de los secretos de los postes de luz o si, simplemente, me desperté con los primeros rayos de sol que atravesaban el cristal de mi ventana.

Aún así me sigo preguntando si será cierto.

Pobres de nosotros, que nos soñábamos funambulistas.



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