Semidesnuda, pintó su cara del color de la libertad. Anduvo por lugares recónditos, donde la hierba acariciaba las plantas de sus pies. No le importó su aspecto, tampoco las miradas vecinas. Echó a correr con los brazos extendidos y los ojos cerrados, mientras el viento silbaba la melodía que le dio pie a componer. Si no lo intentaba lo daría siempre por perdido. Ella quería más. Sino se lanzaba a tal torbellino nunca sabría donde están sus límites. Y mientras, las mariposas volaban confusas a su alrededor.



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