- ¡Atención señoras y señores! ¡Pasen y vean el único e iniguable Circo de las Sonrisas! En tiempos de crisis, buena cara y sonrisas radiantes que alimenten el alma y la sociedad...

Su voz se podía oir casi de lejos entre toda la marabunta de gente. Todo el mundo quedaba invitado. Tenía pase vip la gente que sufría de tristeza, de llantos constantes, de apatía, de malos humos, de indiferencia... Todos ellos debían irse con una sonrisa y recordar qué es eso a lo que llaman felicidad y sentirse bien. Me acerqué por curiosidad para ver qué era lo que pasaba allí. En la puerta, había un cartel que rezaba SONRÍE ANTE TODO. Me pareció bonito, y le dediqué una media sonrisa, hoy no estaba en mi mejor día. Por eso, me dejé llevar entre los pasos casi sincronizados de la muchedumbre. 

Al entrar, todo era de colores intensos. Brillaban tanto que la sonrisa brotaba sola. Y más tarde descubriría que esas sonrisas echarían raíces, quedándose ahí para siempre. Allí estaban los mejores payasos, los mejores malabaristas, los mejores domadores... Y todos ellos sentían una empatía especial por todos los presentes. 

El show lo comenzaron los más fuertes. Al principio sólo el silencio era el público. Ni un susurro, ni una risa, ni una mueca... Nada. Conforme nos fuimos adentrando en el espectáculo, las caras comenzaron a cambiar. Nunca había visto caras tan necesitadas de sonrisas. Y eran las más bellas y sinceras. Pura poesía. 

Era increíble ver como aquella carpa cobraba cada vez más y más vida. La función final estaba a cargo de alguien especial. Cuando salió a escena, todos los espectadores les miraban llenos de esperanza. El sólo se dedicó a conversar. A hablarnos de la vida, de lo dura que es y del arduo trabajo que conlleva positivizar. Y el momento más bonito de la noche fue cuando, algunos de los asistentes comenzaron a contar sus problemas, sus fracasos... No les daba miedo desnudarse ante tantas personas. Se sentían bien, se sentían arropados. 

De repente él me miró a mí. Yo quise buscar el mejor escondite pero era tarde. 

- Y tú, princesa, ¿Qué haces en este reino?

Mis palabras sí que habían encontrado el lugar perfecto para huir. ¿Y ahora qué hago yo? Su mirada esperaba cualquier balbuceo, sabría que con un Lo siento, no puedo dejaría de insistir. Pero sentía la extraña necesidad de desnudarme como tantos otros lo habían hecho. No les conocía de nada, por tanto, no corría peligro. Y comencé a contar mi historia. No era como las otras historias, tanta gente sin trabajo, con problemas de salud, de dinero.... Y yo contándoles esto. Parecía que les contaba un cuento. Todos me miraban esperando conmovidos cada palabra, cada gesto, cada sonrisa o cada lágrima derramada sin querer. Pero como bien sabemos, todos los cuentos reales tienen sus partes más amargas. Se me rompía la voz. Pero el calor de sus miradas me animaba a seguir, me sentía resguardada en sus mentes y en el trocito de corazón que esa noche me dedicaban. Ese es el amor con el que todos soñamos, me pareció oirle a un señor.

Cuando terminé de hablar, todos me miraban en silencio. Había miradas de comprensión, mucha empatía, miradas tristes o miradas que no habían perdido la sonrisa. Miré al showman, que mientras yo hablaba había dejado caer el brazo del micrófono, hasta acabar con una pose de total atención. Sacudió su cabeza, dándose cuenta de que el cuento sin final había acabado. En ese momento sus palabras habían huído al mismo lugar que las mías. Terminé con un Sé que esto no es el mayor de los problemas, pero... 

No pude acabar la frase. No sabía y, en ese mismo momento, comenzó a hablar. 

- Ve a por él. Corre, no seas tonta. Muchos de los presentes quieren vivir esa historia, y resulta que sólo es tuya... Y suya. Es ese algo que todos soñamos. ¿Acaso no sabemos que el amor es así? Dulce y amargo, caliente y frío... Es inexplicable, y sus procesos también. No te rindas, que no sea por tí. Da todo lo que tengas... Hay que ser valiente, hay mucho por lo que luchar. Muchas lágrimas que llorar, sí, pero... ¿Has visto alguna vez la paleta de colores de un pintor? No sólo hay colores cálidos, también los hay fríos, muy fríos... Tan fríos que hacen daño. Mantén esa sonrisa, ve a buscarle...

- No puedo. Poder puedo, ojalá, pero no voy a obligar a nadie a hacer nada. Es algo que también podría salir de él. Me siento un poco débil, pero debo levantarme. Me encantaría ir a su calle, pararme enfrente de su balcón y gritarle a los cuatro vientos lo mucho que lo siento, y lo tanto que me queda por hacer por él. Me encantaría [...]

- Los malentendidos del corazón se curan con besos. Y sabes que así será.

- A veces no vale sólo soñarlo. Vale vivirlo. 

Ví cómo se marchaba. Me dejaba ahí con la última palabra y el resto me miraba. Mi gesto esta vez era de sorpresa. Se acercó a una mesa, dejó el micrófono y volvió. Fue él el que me aplaudió a mí. Y junto a sus aplausos se añadieron otros muchos. Nos despidió no sin invitarnos antes a volver cada vez que lo necesitasemos. Pero la sonrisa diaria es necesaria.



Ahora, cada vez que paso por allí, recuerdo todas esas sensaciones. Añoro ese lugar, ese momento. A veces espero a ver cómo salen todas esas personas con una carga enorme de felicidad a cuestas. Y me pregunto si el camión de la basura pasará a recoger también todas esas malaventuranzas que se quedan encerradas en la carpa de circo. Hoy no cruzaré esa puerta, hoy no pasaré. Hoy no, vida mía, porque hoy paseas de mi mano y no hay que ser codicioso. La felicidad es para quien más lo necesita. Y a tu lado, creo que no hace falta pedir mucho más.

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