Siempre he soñado abandonarme junto al mar. Tener una casa, pequeña, en una cala perdida para que no me busquen e impregnarme de las olas viviendo en paradero desconocido.

Hacer sonar las cuerdas sin vecinos a los que molestar, encender un cigarro sin que nadie tosa por el humo, trastear con pinceles y lápices sin importar el orden, inmortalizar esos momentos con singulares disparos, salir al balcón y gritarle a la Luna.

Hablar con la noche, y quizás, dormir mientras el Sol calienta mi piel. Y al despertar, que no importen las ropas que cubran mi piel o los nudos de mi pelo. Tal vez tenga aspecto dejado o sea mejor dejar el cuerpo al desnudo sin miedo ni vergüenza. Alterar esos ciclos que nos acostumbran, vivir por y para el momento. Aquí y ahora.

Sentarme a la orilla del mar, qué más da si la resaca moja mis piernas o la arena se pega a mi piel. Aprovechar el clima y regenerar la piel. Acompañarme de una guitarra mientras disfruto de un paisaje único para mí, y posiblemente, muy usual para otros.

Llevar mis dedos hacia el primer acorde, aclarar un poco la voz, mirar hacia atrás... Y verte sonreir.
Sin querer queriendo, te has colado en mi sueño.

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