El silencio y los rayos del sol tenían más presencia en la habitación que ella misma. Sentada en el suelo mientras intentaba aguantabar los temblores de su cuerpo, sujetaba entre sus manos una cuerda anudada. El caos no era comparable a aquello. Parecía mirar al vacío. Pero no, sus ojos sabían bien donde querían mirar. Y no salió de su cabeza ni siquiera un segundo. Mientras, todas las soluciones parecían jugar al escondite.

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