Últimamente tengo la extraña sensación de despertarme sin una parte de mí. Tengo miedo y no sé a qué. Me siento vacía y rebosante a la vez. Lo tengo todo y nada. Me falta mucho y poco. A veces el silencio es capaz de arrasar con todas las palabras. Las que no nos dijimos. Quizás no nos hemos dicho todavía. No ha llegado el momento. O igual, no nos diremos nunca. Y tarde o temprano, queramos o no, nos enredaremos juntos en esta vorágine. Mía y tuya. Y al despojarnos, puede que tengamos que hacer leña de dos corazones caídos. Será necesario arreglar esta ruina. Recomponerse o renacer. Y entonces los arrasados seremos nosotros. Y lo bueno de hacerse añicos de la emoción, es que es necesario. Es necesario que la vida se nos caiga al suelo de esta manera, duela o no, porque así sabremos qué trozos recoger y cuáles debemos dejar abandonados para siempre.