No abrimos esa puerta.
No ganamos la batalla.
Jugamos con los pespuntes
de las cicatrices.
Leemos rápido, y ya no lo
hacemos entre líneas.
Ni entre poemas… el amor,
digo.
Cambiamos el lápiz y el
papel por horas de caja tonta.
Poco exteriorizamos
cuando los gritos sólo se escuchan por dentro.
Dejamos de cruzar miradas
con desconocidos.
Olvidamos calcular dónde
está el límite.
(Y el límite no existe)
Escondemos bajo la cama
los monstruos.
Nos atormenta el
insomnio,
Y charlamos con ellos,
Que ni siquiera quieren
salir de debajo de la cama.
Y no nos mostramos,
Ni se muestran ellos.
Quizá sea mejor así,
pensamos ambos.
Y sonreímos, pero estamos
jodidos.
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