- - Un café solo, bueno más bien a solas, por favor. La mesa parece haberse quedado helada. Una ausencia, con ganas de jugar, la recorre de punta a punta y por traviesa termina por caer al zapato derecho de la camarera, con un salto casi perfecto. Se dirige hacia la puerta y no tengo más remedio que ir en su busca. Parece que su perfume me tiene totalmente presa. Pero me pierdo, y la pierdo a ella. No sé bien si eso es bueno o malo, pero me afirmo sin dudarlo y sigo con la tarea, ardua, pero a la vez intrigante. Los pasos solitarios ya no caben en mi libreta; los gritos terminan por romper las hojas. Los pájaros ahora parecen estar encadenados y no sé bien a qué. Casi no dicen ni adiós, y se me quiebra la voz. Y no podía avivar la llama, parpadeante, que parecía saborear esos escasos segundos de vida porque se me quebraba la voz. No sé qué hacía yo buscándola, si las ausencias… Ausencias son. Y se fuero...
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La luna colecciona finales de sueños
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Antes de lanzarnos de cabeza a la noche estábamos sentados en el tejado, si recuerdas, mirando las estrellas. La luna, de grande y llena que estaba, parecía que nos abrazaba. - Parece que guardan secretos. Parece incluso, que se los andan contado a escondidas, les da igual que la ciudad duerma o esté espabilada; que les miremos o que les ignoremos: vamos a seguirles, ¡Yo no sé si viene o va el secreto! Esa mirada suya, clavada en mis ojos, fue la mirada más rara pero más placentera que he recibido en mi vida. En sus ojos cristalinos se reflejaba mi locura pero aquella sonrisa me gritaba: - No sé por qué pero vayas donde vayas, te sigo. ¡A mí me tenían en vilo! Y mientras ellas seguían cuchicheando. Los matutinos rayos de sol nos descubrieron saltando por los cables de la luz que rodeaban todo el barrio y viajaban a través de la ciudad. No conseguimos ni una pista, ni una palabra de los postes del alumbrado. Y lo que bien empieza... Pronto debe acabar. A v...