Sentir frío. Quizás morirse de frío. Pero no, el dolor viene de más adentro. Late con fuerza, alimentando cada extremidad. Haciendo y dejando llevar, arrastrando. Que ni habita ni vive. Ausente. Quizás, perdido. Sueño. Tal vez insomnio. Empatía. Dejadez. El olvido: el vacío. Hasta que el vacío no arrastra y devasta, muchas cosas en la vida pasan de largo, como a un autoestopista que espera un billete de regreso, una vuelta hacia quién sabe qué lugar.
Hoy alcé mi pulgar hasta lo más alto. No llegué a contar cuantos vehículos negaron mi presencia. Ni cuando volveré a ese punto de partida, en el que las flores dan alergia, el azul reluce, las palabras llenan, y las sorpresas están a la orden del día.
Se me olvidó pasar la página del cuaderno. Se me olvidó que las hojas cortan, y hasta se me olvidó leer. Se me olvidó que seguía aquí, al pie de la carretera. El aire azota con fuerza, y la tranquilidad y el sol de verano comparten tumba.
Al menos...
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