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Mostrando entradas de octubre, 2015

Carta abierta a un ex

Puede ser que haga mucho tiempo que no hablamos, y puede ser que tuviéramos muchas más palabras crudas que dulces que decirnos. En un instante todo se tambaleó. La relación llegó a su momento y tropezamos con esa piedra. Decidimos zanjar de una vez por todas con el dolor, porque ninguno de los dos nos sentíamos bien con esa situación. Pero esa noche nos fue imposible dormir, derramamos alguna que otra lágrima, nos echamos de menos... Y aún estando a unas decenas de kilómetros de distancia, nos pudimos sentir como si estuviéramos a millones. Y la charla del día posterior, si lo podíamos llamar así por no haber podido pegar ni ojo, fue de dudas infinitas. No nos podía haber pasado a nosotros. Era mucho tiempo. Éramos la pareja perfecta. Esto debía tener arreglo, y ¿Por qué no intentarlo?. Pero el amor ya no era el mismo. No teníamos esa inocencia. La herida dolía y mucho, y eso valía más que ponernos a arreglar este desastre. Pero justo en este momento, a en punto queríamos arregla
Déjame que le diga algo. Dile que sus besos espantaban cualquier mal; que en sus brazos cabe el mundo entero. Dile que la piel de gallina y los escalofríos han malacostumbrado mi piel. Háblale de mis noches, de cómo le recuerdo. Dile que no seré la más guapa, pero que me entregaré a él cada día, en cada oportunidad que nos brinde la vida dándole lo mejor de mí. Que la humedad ha dejado de ser humedad . Coméntale lo solos que se sienten los semáforos. Todo lo que echan de menos ser los testigos de los besos. Dile que yo también los echo en falta... Pero déjale claro que quizás nuestros caminos no estén predestinados a construirse a la par. Que lo asumo. Aunque el corazón me pida a gritos su voz. Su querer. Dile que no puedo callar a tan basto órgano. Pero que, quizás, tenga que acostumbrarme a esto si él lo quiere así. Dile que no encuentro un final que ponerle a nuestra historia. Y que, si nos alejamos, me bastará con rozar sus dedos sin querer y respirar su aroma de v
En ese día, en esa mañana, en ese imaginario… Próxima estación: Chamartín. Correspondencia con Línea 1 de Metro y Cercanías Renfe. Le encantaba escuchar el barullo del Metro. Sentirse arropada entre las voces o los susurros, el silencio, las historias que viajan de estación en estación: las que te abandonan antes de lo deseado, las que bajan en la misma parada que tú y que persigues hasta saciarte, las que nunca sabrás cómo acabarán… En silencio, miraba a la gente y se sumergía en el vaticinio de sus vidas. El ritmo narrativo viajaba tan rápido como el tren, con pausas, intrigas y acelerones inesperados. Nunca sabía de dónde venían o a dónde iban. Se centraba en ese instante, en esa parte del día que compartía con esas personas. Era como entrar en el mundo cosmopolita de los sentimientos. Siempre estaban los señores de traje y cara gris; los enamorados que le hacían sonreír mientras intentaba recordar el sabor de uno de sus miles de besos; también estaban los preocupad
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Recuerdo cuando te contaba que me gusta pensar que las personas son de piedra, y que todo lo que sucede a lo largo de su vida le curte. Le hace. Recuerdo también que me decías que era mejor que fueran de otro material, un material irrompible. Que no se pudiera lastimar con facilidad. A lo largo de este tiempo he descubierto que hay personas que son de madera, talladas con gran belleza. Otras siguen siendo tan fuertes como la piedra. Las hay débiles, de cerámica quizás, y una vez que se rompen no es tan fácil recomponer los trozos. Pero siempre me ha quedado una cuestión en el aire: ¿Tu y yo, de qué material somos?... Y esas dos almas gemelas caminaron hacia un lugar donde se sentían seguros. La pregunta aún estaba suspendida en el aire. Puede ser que no les importase de qué están hechos. La satisfacción de saber que eran idénticos era suficiente. O al menos así era como se sentían. Al pararse, se miraron a los ojos. Se besaron. Y allí se quedaron para siempre. Y

Besos en conserva

Todas las mañanas, se paraba a mirarla mientras cruzaba la calle. La crisis está a la orden del día y sabía que ella no tenía trabajo: su quehacer no era otro que ser feliz. De todas maneras salía temprano e iba dos calles más allá con un tarro de cristal en una mano. Algo tenía de especial. Empezó deseándole los buenos días, porque pasaba por la parada donde él cogía el autobús para ir a trabajar. Ella comenzó a devolverle el saludo. Un día, aún a sabiendas de llegar tarde decidió seguirla. Su tarea consistía en ir a un local que cuando lo habría salía magia de él. Como gran soñadora, le gustaba pensar que por las mañanas había gente que se dedicaba a recoger las estrellas, ponerle el color a las calles, el frío, la luz o hacía que saliera el sol. Ella se encargaba de la magia. A veces, egoísta, se metía corriendo, dejando escapar apenas unas pinceladas. Allí se sentía agusto, se sentía ella misma, y comenzaba su jornada. Entre pinceles y flashes pasaba el tiempo. Nadie

Trama cíclica

Cada libro tiene su página en blanco. Las páginas en blanco hacen florecer letras, que se abrazan en palabras contando historias. Dos personajes en la trama única y principal: Ella tiene una pluma e infinitas letras en el tintero. Él tiene un lápiz y su espalda como lienzo. Cada historia tiene sus protagonistas, y esos protagonistas se tienen el uno al otro. Y tienen también un libro, con páginas en blanco. Y cada libro tiene su página en blanco. Lás páginas en blanco hacen florecer...